A UN AÑO DEL RECITAL DEL INDIO EN OLAVARRIA, LA DOLOROSA HISTORIA DEL HOMBRE QUE AÚN BUSCA SU CAMPERA.

En INFOGARCH te contamos la dura historia de un hombre que perdió su campera y lucha por recuperarla. Pese a los pronosticos en contra, el no pierde su fé. Un ejemplo de vida. 


      Iba a ser una fiesta, como toda misa ricotera. Quizás habría algún que otro muerto por drogas o un puntazo, pero nada fuera del folclore del evento. Con ese standard de normalidad Emilio , un joven oriundo de Bahía Blanca, se embarcaba una vez más en la más sagrada ceremonia que todo adicto a la cocaína puede tener. Sin embargo, las cosas no salieron según lo previsto: Durante la interminable previa que supone el recital, un imprevisto provocó el faltazo de su "bolsa" y se quedó sin merca y se zarpó con la bebida, lo que lo llevó a tener un comportamiento que no se permitía: estar en pedo solamente no era digno del evento y además, era peligroso. Pero en ese momento recordó que tenía una bolsa de merca de "emergencia" encanutada en su abrigo, un camperón de cuero de cabra macho, que había comprado hacía ya 7 largos años y que lo acompañaban a donde fuera. Sin embargo, la campera había desaparecido. Careta, cagado de frio y en pedo, comenzó una búsqueda infructuosa que sigue hasta el día de hoy, revisando tachos, preguntando en remiserias y revisando cada centímetro de Olavarria y alrededores: -"No tengo noticias de ella desde ese día trágico. Me han dado pistas falsas, incluso me han hecho hacerle sexo oral a un tipo que supuesta mente era vidente, pero era un trolo sin mayor habilidad que la de tener olor a mierda de conejo en la poronga. Para muchos es solo una campera, pero para mi lo era todo. Además, todavía esta la merca de emergencia cosida en el dobladillo si no se me la tomaron."- dijo el hombre, que no piensa renunciar ni a su campera, ni a  sus sueños, ni a su boludez.  
Según cálculos oficiales, durante el recital del Indio la cantidad de merca consumida alcanzó los 12000 kilos.


El propio intendente local se ofreció a reponerle el abrigo y darle un par de bolsas para que se vuelva a su casa y se deje de hinchar las pelotas, pero el amor puede más: -Yo no sé quien la tendrá puesta ahora, si habra encontrado la merca, espero que no. Espero que no la hayan prostituido, hay gente que se garcha camperas y paga por eso. Tambien espero que no la haya agarrado algún negro de mierda y vaya a ver a La Mona Gimonte con ella."- dice entre lágrimas. Sus ropas, casi deshechas del tiempo que hace que las lleva puestas y viviendo en la calle, parecen reflejar su corazón: roto y desarmado por una pérdida tan incomprensible como irreparable: -Solo me queda rezar, pero no se a quien. Buscando encontré el patrono del calzoncillo, pero de camperas no hay.  Solo espero que pronto termine esta pesadilla.- dice.



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